El silencio: Un arma para ganar tus batallas

En un mundo lleno de ruido y agitaciones, el Salmo 37:7 nos invita a una práctica que parece contracultural: guardar silencio y esperar en Dios.

flor morada en un amanecer

Salmo 37: la esperanza en medio del silencio

A través de este artículo exploramos cómo el silencio no solo es una pausa sonora, sino una herramienta espiritual poderosa para fortalecer la fe, cultivar la paciencia y confiar en la justicia divina, incluso cuando el mal parece prosperar.

En artículos anteriores hemos reflexionado sobre confiar, deleitarnos y encomendarnos al Señor (Salmo 37:3-6). Hoy profundizamos en el versículo 7, que nos dice:

 “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades.” — Salmo 37:7, RVR 1960

Cuando el ruido del mundo nos desenfoca

En la actualidad, el bullicio está en todas partes. El silencio, sobre todo para quienes viven rodeados de actividades (¡hola, hogares con tres hijos o más!), puede sentirse como un lujo. Sin embargo, el silencio no es solo ausencia de sonido; es una forma profunda de comunicación. En locución, por ejemplo, las pausas dan peso al mensaje. En la vida espiritual, el silencio nos conecta con lo eterno.

El lenguaje del silencio: una mirada reflexiva

Leoncio Taipe Javier, investigador en semiótica del silencio, afirma que sí se puede aprender desde y con el silencio. Añadiendo que nos permite reflexionar, ordenar pensamientos y ejercer una escucha más atenta. En un mundo que exige respuestas rápidas, el silencio nos entrena para responder con sabiduría.

Silencio como actitud espiritual

En el salmo 37, su autor, el Rey David no nos pide callar por resignación, sino por confianza. No es fácil ver cómo prosperan quienes hacen el mal, pero nuestra reacción no debe ser la ira o la queja. Somos llamados a vivir con mansedumbre, a esperar el tiempo de Dios y a actuar con dominio propio, apoyados por el Espíritu Santo.

Cuando la maldad parece ganar… Es el momento donde debemos mostrar la mansedumbre y humildad de Cristo, orar a Dios para pedirle su oportuno socorro. Jamás pienses que estás perdiendo tu tiempo porque el cielo gobierna, Dios creo todo, es Rey de Reyes, es soberano y no desampara a su pueblo.

Cristo fue llevado a la cruz como oveja al matadero, no dijo ni una palabra. Isaías 53:7 muestra a Cristo como un cordero en silencio ante el matadero. Parecía derrota. Pero al tercer día, resucitó. El aparente silencio de Dios no es abandono, es preparación para una victoria que supera la lógica humana.

Oración que escucha y espera

La oración no debe ser monólogo. Hablamos con Dios, sí, pero también aprendemos a callar, a escuchar, a confiar en su soberanía. Como dice Lamentaciones 3:26: 

«Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.»

El Salmo 37 nos recuerda que confiar, deleitarnos, encomendarnos y guardar silencio forman parte del mismo camino espiritual. No se trata de reprimirnos, sino de expresarnos con sinceridad ante Dios y luego esperar con fe activa. Porque Él hará.

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